OBSERVATORIO

Cada día al subir al vagón del metro buscaba sentarse al rincón  junto a la ventana. Le gustaba ver el reflejo de aquel espacio, sentía que desde allí podía mirarlo todo libremente sin chocar con otros, sin tropezar con otras miradas.
 Desde su improvisado observatorio podía, sin parecer impertinente, fijarse en cada escena, cada persona, cada gesto, un cuadro diferente día a día.  Mirar reflejada su propia imagen junto a los demás siempre le hacía sentir menos sola, menos nadie. Aquel trayecto cotidiano la hacia sentir que era parte de ese algo.

                                                          Fin

Aidana- Pequeños cuentos pendientes

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