EL CARTEL
“V endo mi alma al mejor postor” o “la cambio por comida” Soy jubilado y no me alcanza para comer. Se podía leer en el cartel que se colgó en el pecho para ir a pararse fuera de aquel caro restaurant. Entre la distinguida clientela del lugar se contaban varios famosos empresarios, prestigiosos abogados, algunas celebridades del mundo artístico y variados personajes exitosos según los estándares de éxito de una sociedad tan enferma como la nuestra. El no pretendía en realidad vender su alma, pues no creía tener una, su verdadera intención era conseguir llamar la atención de los clientes del restaurant. Ya no trabajaba, había jubilado sin júbilo hacia cinco años y gracias al nefasto sistema de pensiones recibía mensualmente menos de la mitad de lo que ganaba cuando aún trabajaba. Vivía solo y acompañado. Solo porque no había ningún otro ser humano viviendo bajo su techo y acompañado de su perro, un quiltro que recogió un día de lluvia al que luego de alimentar nunca más p