EL VIEJO

Se preparo temprano para ir al medico, se baño con agua bien caliente hasta dejar enrojecida su piel, se puso su ropa interior nueva, esa reservada solo para ocasiones especiales y, para él la visita al médico resultaba la única ocasión especial en que podía lucir sus mejores prendas. Se baño en colonia Flaño, tradición que había heredado de su padre, en realidad ni siquiera le gustaba ese aroma , pero evocaba  recuerdos de infancia, de esa época lejana en que todo estaba por pasar y eso como que lo hacia feliz.  Para revisar los resultados de su prolija preparación , salio al patio a ver su reflejo en la ventana, en su casa nunca hubo un espejo de cuerpo entero, lo creía un lujo innecesario para un hombre solo. La imagen que le devolvió la ventana le pareció adecuada, intento solo ver la ropa y el peinado, no quiso ver su cara arrugada y las canas que cubrían su pelambre escaso.
 Le gustaba ese día del mes en que dejaba atrás su overol gris con verde papagayo, uniforme que debía usar cada día y que pese a ser bastante llamativo lo hacia sentir invisible en su labor solitaria de cuidado de jardínes de plazas públicas. Le gustaba su trabajo, a esas alturas su principal , mas bien única ocupación, lo que no le gustaba era la indiferencia de la gente, la falta de respeto por su trabajo, la suciedad, pero por sobre todo la indiferencia.
 Él veía pasar a casi las mismas personas a diario y a diario les dedicaba una sonrisa esperando el contacto visual para el saludo, esperaba casi con ansiedad infantil esa frase simple :-Buenos días.
Pero en cambio escuchó un par de veces a madres diciendo a sus chiquillos mañosos - si eres porfiado le voy a decir al viejo que te llevé-
Y el se decía -mish!! para que quiero yo un cabro pesado mañoso- y sonreía para si.
Pero este día, él se vestía con su único terno brilloso de tanto planchado con el que se sentía digno y elegante. Como te ven te tratan se repetía al escobillar sus zapatos al grado de dejarlos relucientes como charol. Una vez listo, perfumado y habiendo desayunado, salió. Caminaba feliz las diez cuadras que separaban su casa del consultorio público . Al ir llegando recordó con frustración que había olvidado sobre la mesa un chocolate que había comprado para la "señorita" del mesón que le recibía su carnet de atención. Miró la hora y se dio cuenta de que no alcanzaría a regresar a buscarlo y llegar a la hora. Se encogió de hombros resignado y entristecido, la señorita no recibiría el "engañito" que él siempre le llevaba. Hizo la fila para entregar su carnet de atención , al llegar al mesón la muchacha le dedicó una tierna sonrisa diciéndole- ¿que le pasa don Pedro? ¿esta  bien?  Él levanto la mirada avergonzado y respondió - Es que se me quedo su chocolatito en la casa. Ella sonriendo con  aun más ternura  contesto con un gesto con su mano diciendo no importa  yo con verlo quedo feliz. El viejo cambiando su ánimo le devolvió su mejor sonrisa y se fue a sentar esperando ser llamado por el doctor.
Perdido en sus pensamientos felices esperó ¿Como no le iba a gustar este día del mes?  sin duda es el mejor, es cuando deja de ser invisible, es llamado por su nombre, luce sus mejores ropas y una mujer hermosa le regala una sonrisa.
- El próximo mes ,la noche antes guardaré el chocolate en el bolsillo del terno, si no se me va a olvidar...

Aidana y sus letras revueltas - Cuentos pendientes

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