EL ERROR





Donde vine a morir… Fue lo que pasó por su mente antes de soltar el último soplo de aire que lo unía con la vida...
 
Era un día de verano, de esos  días en que los niños juegan hasta tarde y las vecinas comadrean de lo lindo sacando sillas para sentarse en las veredas mientras vigilan a los pequeños que a falta de patio en sus precarias viviendas de pobres, construidas como para que se sientan pobres, hacen de la calle patio de juegos felices y ajenos a todo. El movimiento en la población no cesaba aunque hacia un buen rato  había  obscurecido. Miguel llego del trabajo a eso de las diez de la noche, como de costumbre saludo cordialmente a cada vecino con quien se encontró  en el camino. Cuando llego a la casa donde Vivía con su esposa María y su pequeña hijita  de cerca de un año, fue testigo son querer de una fuerte  discusión entre su vecino y un hombre al que había visto un par de veces por el barrio. Al encontrarse con esta escena se limitó a saludar con un gesto que fue ignorado por ambos hombres y entro en su casa. Su esposa estaba esperándolo para comer, además quería conversar con él para insistir en irse de allí. Ella estaba muy preocupada, la población estaba cada vez más peligrosa. Él comía en silencio mientras la miraba, sin querer ignorar sus reclamos su mente volaba pensando Que hermosa se ve, hasta cuando arruga la frente preocupada se ve linda. Ella al darse cuenta de que los pensamientos de su marido estaban en otro sitio se quedó callada. Se puso de pie acercándose a él acaricio suavemente su cabeza y dijo Yo sé que están cansado, que te esfuerzas mucho por nosotras, que lo menos que necesitas es oír mis reclamos, pero de verdad tengo miedo, acá casi todos los días se oyen peleas y balazos. Miguel por favor regresemos. Esto no resulto, se suponía que en este país  estaríamos mejor pero mírate, míranos sobreviviendo con un sueldo miserable y viviendo en este lugar. Yo me quiero regresar. Acá estamos tan solos, yo extraño mucho a nuestra gente.

El permaneció pensativo, su rostro se entristeció tornándose gris, nostálgico. Sabía que lo que ella decía era cierto, Cuando decidieron salir del país que los vio nacer no fue nada fácil dejar atrás lo conocido, pero les impulsaba el saber que serían padres, su situación económica era precaria, se sentían abrumados por las deudas que se acrecentaban. Fue así casi con lo puesto emprendieron viaje con destino al país que creían les ofrecería mejores condiciones de vida para ellos y su hijo que venía en camino. Sin saberlo se convertían en exiliados económicos, nueva forma de expulsar a quienes el sistema económico predominantemente neoliberal se sacude de encima cuando se transforman en mano de obra sobrante. Seres

humamos acorralados por la incertidumbre de un obscuro mañana sin esperanza quienes se ven forzados a desplazarse a tierras extrañas apostando su vida a un supuesto mejor vivir.

Ya había transcurrido más de un año desde su llegada y del hermoso porvenir soñado no tenían nada.

Todo fue complicado desde el principio .Llegar solos , casi sin dinero a un país ajeno y encontrarse con gentes que recordaban a menudo despectivamente su condición de inmigrantes ,competir por un puesto de trabajo contra otros tantos en su misma situación, vivir en una casa vieja que casi se venía abajo la cual  servía de vivienda para más de cuarenta personas venidas de distintas latitudes, familias hacinadas en pequeñas piezas divididas por tabiques que no aislaban para nada los sonidos entre las piezas. Allí estuvieron un tiempo corto, Miguel en cuanto encontró trabajo cómo jornal en una construcción buscó entre sus nuevos conocidos algún dato de arriendo barato. Así fue que llegaron a la población. Al principio él y María quien ya bordeaba el séptimo mes de embarazo, creyeron que esto era lo mejor que les podría haber pasado. Vivir ellos solos y lo más importante, su hijo tendría un hogar donde llegar al nacer, en esta la que sería su patria.

Poco a poco la alegría fue tornándose en intranquilidad y luego en temor, ellos como nuevos en el barrio no sabían lo peligrosa que se había tornado esa población a causa de la droga.

Tristemente poco quedaba de la unión de los vecinos de aquel lugar nacido de una toma de terreno cerca de cuarenta y cinco años atrás, lugar que fue ganado por los aguerridos abuelos y abuelas de muchos de sus pobladores, quienes se organizaron para tomar por la fuerza lo que el estado les negaba por derecho, la casa propia. De eso poco quedaba, solo algunos viejos melancólicos y obstinados se negaban al olvido y contaban a quien quisiera o no oírles la gesta heroica de aquella toma de terreno que logro poner un poco de dignidad mediante un techo sobre las cabezas de quienes entonces no tenían nada.

María  por fin parió, lo hizo como indigente en un hospital público, esto gracias a la buena orientación de una asistente social que prestaba apoyo a los inmigrantes.

La joven mujer después de convertirse en madre inauguró una nueva forma de ver la vida. Quizá fue la depresión posparto o el instinto materno que le gritaba que debía proteger a su cría, la cosa es que  vivía nerviosa y atemorizada, se tornó callada e introvertida.
 En su país había estudiado y ejercía como profesora de primaria, sin embargo su título en estas tierras no tenía ningún valor. Queriendo aportar a la economía familiar  , pero por sobre todo para contar con los medios para salir de aquella población, quiso trabajar pero su niña era aún muy pequeña, además las ofertas laborales de empleada doméstica, único trabajo donde no le pedían papeles de residencia, contemplaban horarios demasiado extensos y sueldos demasiado pequeños. Todo lo que ganaría terminaría  pagándolo  a quien cuidase a su pequeña. La idea entonces quedo frustrada.


Desde el día en que llegó Miguel encontrándose con los hombres que discutían al lado de su casa, habían pasado tres semanas, tiempo de constante asedio a la vivienda de su vecino, protagonista de aquella acalorada discusión. En esas semanas  fue apedreada, balanceada y pintada con amenazas. En el barrio se comentaba que este vecino estaba metido en venta de drogas, que era un vendedor de poca monta que había osado invadir territorios de un marco mayor.

Esta situación agudizo las suplicas de María de volver a su país. Miguel estaba de acuerdo, se había dado por vencido en lo que se refería a seguir buscando oportunidades económicas, acá era tan o más pobre que antes, sin embargo le llevaría algún tiempo juntar en dinero necesario para emprender el retorno a casa, la misma de la que huyeron tiempo antes creyendo en la “prosperidad” que supuestamente ofrecía el país vecino.

Con el paso de los días las agresiones a la casa del vecino cesaron, Miguel agradecía interiormente esta calma, mientras se esforzaba trabajando sobretiempo cada vez que podía. En su cabeza se había fijado la meta del retorno, no tanto por él, su preocupación era la seguridad de María y su hijita.

Ella no lograba conseguir sosiego, a su estado casi paranoico se sumaba que cada vez que  salía a comprar se enteraba de las malas nuevas y veía como jóvenes consumían su vida en la droga.
 Los días se volvieron densos, se aterrorizaba cada vez que Miguel tardaba en llegar del trabajo. El miedo se había  instalado en ella como un parasito carcomiendo sus nervios, sentía permanentes mariposas en el estómago, pero estas no eran de amor, eran de incertidumbre. Miguel intentaba calmarla, le decía que no les pasaría nada malo, que debía dejar de pensar en eso.
Poco a poco  pese al temor la vida se  hizo algo más llevadera, la muerte y la droga tan cotidiana no desapareció, sólo no les toco de cerca por algún tiempo.
 
Ese día fatal, tarde casi noche en una población un inmigrante caía muerto, sus últimos pensamientos - Dónde vine a morir...
 Un error en la dirección  del sentenciado hizo a Miguel pagar la deuda ajena.  El destinatario de aquel plomo no era él si no su vecino quien pesé a las amenazas pasadas había decididos seguir con su "negocio" vendiendo drogas a los adictos del barrio. Esto desató la ira del narco mayor. Ese a quien no allanaron nunca, el que se creía ley, que contrataba manos ajenas para cumplir con sus sentencias a muerte. Ese que para comprar silencios  regalaba cajas de mercadería y hacia fiestas de navidad para los niños, mismos niños a los que un poco mayores reclutaría como niños soldado o serian su angustiada clientela.

Al sentir la ráfaga a María se le paralizó el corazón y el cuerpo, después de algunos segundos despabilo, salía corriendo a la calle cayendo de rodillas frente al cuerpo tendido en el cemento. Ahí estaba Miguel, su amor, el padre de su hija, el hombre bueno y generoso que nunca daño a nadie. Un hombre al quien un sistema económico injusto empujo fuera de su país. Ahí estaba tirado  en el suelo con sus esperanzas y el amor por María y su pequeña suspendidos en el aire para siempre.
Como un sueño espantoso abrazaba su cuerpo aun tibio, beso una y otra vez sus sabios inertes llorando en silencio. Su compañero ya no estaba ahí, la vida ya no estaba ahí. Como un desgarro doloroso sentía que una parte de su propia vida moría allí también, en esas tierras donde llegaron un día buscando aquel futuro esplendor prometido.

Aidana - Nuevos cuentos pendientes


Comentarios

Entradas más populares de este blog

EL BILLETE

MINI-CUENTO

Anita