SOFÍA




             La suya era una de esas familias con historia pesada, dolorosa y obstinada, insistentes  en tomar una posición en la vida, en querer cambiar lo injusto y rebelarse contra  la represión y la muerte.  De esas que tienen   la osadía de pensar que las cosas no pasan porque dios quiere o porque así ha sido siempre.  
Paradójicamente descendían de españoles de mala muerte llegados a Chile en tiempos de la “conquista" que  a  pesar de su lamentable linaje, los sucesivos mestizajes fueron limpiando y mejorando con cada nueva generación. Prueba de aquella evolución familiar era  Sofía, una  estudiante secundaria vivaz e  inteligente  de quince años. 
Si sus ancestros habían sido bárbaros invasores movidos por la ambición de tomar como suyo lo que nunca les perteneció, ella  casi quinientos años  después resistía al igual que miles a un nuevo bárbaro invasor.
Sofía nació  en Santiago, hija no planificada  de padres  jóvenes.  Ellos  al saber de su existencia decidieron casarse un par de meses antes de su llegada. La primera casa familiar estuvo ubicada en una población surgida de una toma de terreno en el sector oriente de Santiago. Allí su padre, obrero de la construcción y militante comunista, se hizo dirigente poblacional. Aun no cumplía los veinticinco años, era un hombre recto, respetuoso y muy solidario. Al llegar del trabajo era habitual verlo  por la población junto a otros vecinos arreglado instalaciones eléctricas, cavando zanjas de desagüe en las calles de tierra, arreglando techos  u organizando alguna actividad que tuviera como objeto mejorar la calidad de vida de su población.
Su madre, una muchacha  muy activa y siempre dispuesta al trabajo, también comunista participo en las tareas de trabajos voluntarios  hasta que su embarazo se lo permitió. Con alegría y camaradería  muchos jóvenes  apoyaban con su trabajo no remunerado al gobierno popular que sentían tan suyo  y que desde su inicio  fue intensamente  agobiado  por el  boicot económico, continuas acciones para  asfixiar a la ciudadanía creando el clima que les permitiera a los nuevos invasores despojar al país de sus empresas nacionales  y sus recursos naturales.
Cuando vino el golpe Sofía tenía solo diez días de nacida, el día once los títeres de los nuevos “conquistadores” auto-proclamados  salvadores del país, la habían declarado enemiga de la patria. Su primer año de vida fue de casa en casa, sus padres considerados peligrosos por expandir el “cáncer marxista” debían estar moviéndose constantemente. Muchas veces estuvieron a punto de ser descubiertos, oían los allanamientos en casas vecinas, se miraban despidiéndose, encargaban a los dueños de casa salvar la vida de Sofía y se preparaban para lo peor. Esta escena se había llegado a transformar en un triste rito.
 Las únicas noticias que habían recibido de la suerte que habían corrido algunos amigos y compañeros, eran de detenciones, muertes y de otros nadie sabía nada de su paradero... 
En los primeros días de su proscrita nueva vida se quedaron en casa de un familiar muy lejano del abuelo paterno de Sofía. Llegaron a escondidas a esa casa, solo con lo puesto.impotentes, tristes, desconcertados.  El dueño de casa un viejo radical, hombre risueño y de trato amable los recibió junto a su esposa sin hacer muchas preguntas diciéndoles que se podían quedar lo que fuese necesario.
A la mamá de Sofía  se le seco la leche, la pena y la mala alimentación causaron estragos en ella, la dueña de casa le preparaba agüita con azúcar para alimentar a la niña mientras se conseguían leche. Estando en ese lugar las hermanas del padre de Sofía se las arreglaban para llevarles lo que podían entre sus ropas. Sabían que debían ser cuidadosas para no delatar su presencia en esa casa.
Sofía era muy pequeñita, sin embargo parecía entender que no debía llorar, el llanto de un bebe en una casa donde solo vivían adultos podía alertar a algún vecino. Eran días en que cualquiera acusaba de comunista  a otro  para vengarse de alguna vieja rencilla con las consecuencias predecibles de aquello. Ella ni siquiera lloro cuando  fue puesta en el entretecho dentro de un cajón ante la inminencia de un allanamiento.
La feroz cacería emprendida por los militares y su campaña de exterminio  mantuvo por algún tiempo a esta pequeña familia en tensión permanente.  El proceso del dolor por todo lo perdido debió quedar para después, en ese tiempo su máxima preocupación era salvar la vida.
Cuando decidieron intentar retomar sus vidas, fue muy difícil. Vivían en permanente paranoia, justificada por cierto. Se trasladaron a la casa de los abuelos de Sofía a vivir de allegados. No tenían nada, debieron comenzar de cero. El día del golpe la casita de madera de su querida población fue destrozada, los milicos  no respetaron nada, rasgaron hasta el colchón buscando armas imaginarias. Las únicas balas que llegaron a existir en aquel lugar fueron las disparadas en ráfagas por los militares enloquecidos que la allanaron.  Afortunadamente ni Sofia, ni sus padres estaban allí, habían salido un momento antes de su casa.
Durante todo el tiempo de estar escondiéndose en distintas casas, antes de instalarse en la casa de los abuelos paternos, la abuela materna no supo nada de su hija, su yerno y su nieta. La desesperada mujer cada vez que aparecía algún cuerpo acribillado cerca de la población donde vivía su hija, corría a ver si se trataba de alguno de ellos.
El día del golpe, en cuanto supo las primeras noticias  fue a ver a su hija, al ver la casa destruida acudió a sus consuegros para saber si tenían alguna noticia. Ellos sabían , pero no le contaron nada, solo intentaron tranquilizarla diciéndole que seguramente estaban bien. Creyeron que así era mejor, mientras menos gente supiera, menos peligro...
La pobre abuelita de Sofía, angustiada, pasó muchas noches en vela.  Supo de la muerte del mejor amigo de su yerno, vio cómo se llevaron a culatazos a una vecina que también era comunista como su hija.
    La abuela  materna de Sofía siempre se identificó más con la democracia cristiana, a veces discutía con su hija porque casi nunca estaban de acuerdo en su forma de ver la vida. En esos, los peores momentos de su vida  se avergonzaba de aquello, personas de ese sector político se habían prestado, o las habían comprado, para aparecer en los diarios y en la tele pidiéndole a los militares dar el golpe. Sufría pensando que por culpa de gente como esa, su hija y su nieta podían estar muertas. 
A ciegas las buscaba, impotente, desesperada, con miedo y rabia. Cada noche atormentada por el insomnio rezaba por sus vidas. A veces  pensaba que su hija si la hubiese visto seguramente le habría dicho con  tono irónico:- Tu dios a mí no me quiere, no vez que soy una atea perversa.
La campaña anti marxista que había emprendido la derecha desde que asumió el gobierno popular, se valía de afirmaciones como esas intentando convencer a la población de que quienes se identificaran ideológicamente  con el marxismo eran verdaderos demonios.
El día que vio a su hija nuevamente sintió que el alma le volvía al cuerpo. Después de abrazarla hasta el cansancio y  escuchar por todo lo que pasaron escondiéndose,  pensó que su hija estaba equivocada, su dios si la quería, por muy atea que ella fuera.
Paso el tiempo, los padres de Sofía nunca encontraron el momento de hacer su  duelo, la locura de verse viviendo en este otro país doloroso no daba lugar para eso. 
Su padre comenzó a trabajar con el abuelo que era contratista en construcción y su madre se quedó con ella en casa. En muy poco tiempo sus vidas habían cambiado, ya no hacían trabajos voluntarios, no soñaban con un futuro mejor, se sentían ajenos, extranjeros en su propia tierra.
 Cuando estuvieron mejor económicamente, con ayuda del abuelo paterno lograron independizarse y  comprar un pequeño sitio a las afueras de Santiago. A esas alturas Sofía era la mayor de tres hermanos. Comenzaba una nueva década, también comenzaba una nueva vida.  Sintiendo que lo más peligroso para ellos había pasado, en cuanto estuvieron instalados en su propia casa se pusieron a disposición de su partido para asumir tareas en la resistencia contra  la dictadura. 
Al principio lo único que hicieron fue guardar materiales para la confección de panfletos. Sofía y sus  hermanos aprendieron desde pequeños a no hacer preguntas con respecto a algunas cosas. Sus padres eran buenos con ellos, nunca les escondieron  su ideología, pero siempre les decían que era peligroso hablar de eso con otras personas que no fueran ellos. Lo hacían para que sus pequeños supieran que el dictador mentía. Que los monstruos que describía vociferando su declaración de guerra, no eran más que personas  que creían que se podía construir una sociedad más justa. Así ,honestos  como eran se mostraron siempre ante sus hijos. En esta casa sencilla se hablaba de política, de religión, de filosofía, de arte, se leía, se debatían ideas. Orgullosamente estos padres construyeron un bastión de resistencia en su propio hogar.
Con el tiempo  su casa sirvió para hacer reuniones, para albergar a algún” familiar” del sur que se quedaba algunos días, para acopiar y seleccionar ropa enviada por compañeros del exilio en ayuda a los campamentos golpeados fuertemente por la miseria en esos días. Su madre podía pasar toda la noche trabajando en la selección de las prendas  por edades y  temporada. Para darle más dignidad, la planchaba  y  doblaba cuidadosamente. 
Así volvió a hacer trabajo voluntario. No como antes, antes lo hizo para apoyar al gobierno popular, ahora su trabajo estaba considerado contrario al gobierno militar.

Sofía y sus hermanos se criaron alejados de lo estaba pasando en las poblaciones, nunca vivieron un allanamiento, tampoco vieron muertos. Sus padres intentaron que esa  realidad no los alcanzara, pero nunca los desconectaron de lo que significaba vivir en dictadura, jamás evitaron alguna conversación con ellos. Nunca les hablaron desde el odio. Sus  padres hablaban de justicia, de derechos, de felicidad, de construir. 
Los niños crecieron enterados, pero sin  traumas sobre las injusticias que se estaban llevando a cabo en el país. Su padre se involucró aún más en esta lucha desigual contra el aparato completo de un estado dominado por un  fascista enloquecido que recibía órdenes desde el gigante país del norte. El “aplicado”  militar se esmeraba en cumplir a cabalidad con la imposición de un sistema que les permitiera continuar dándose banquete de las ganancias que les daba este país colonia.
Un día  cuando el hermano de Sofía salió a comprar pan, volvió diciéndole a su mamá que afuera de la casa había un auto estacionado. Su madre salió al patio, tomo la manguera y comenzó a regar para poder mirar disimuladamente. Cuando vio el auto con vidrios oscuros y antena supo inmediatamente de que se trataba, su casa que hasta ese momento era de seguridad había dejado de ser un lugar seguro. La familia de Sofía volvía a estar bajo la mirada de los cuervos.  La mamá le pregunto a su hijo de ocho años si alguien del auto le había hecho alguna pregunta, el niño contó que solo lo habían saludado por su nombre.
Desde ese momento los niños debieron acostumbrarse a ver el vehículo frente a su casa. A veces alguno de los hombres que ocupaba el auto bajaba la ventanilla para saludarlos, ellos solo lo miraban, no respondían nada. Su madre le había advertido que estos hombres andaban buscando a su padre, les pidió que no hablaran con ellos, les pidió que no hablaran con nadie de su padre. Ellos obedientes no decían nada, el auto a veces los seguía hasta la escuela. Un profesor que advirtió aquello, comenzó a poner especial atención en los niños. Él entendía  de que se trataba, salía a esperar a los niños a la entrada ,una vez  les pregunto si los del auto los molestaban, Sofía y su hermano le respondieron que no ,que solo andaba despacio al lado de ellos cuando iban a la escuela y a veces cuando iban a comprar. Los niños en su inocencia no entendían el peligro que los rodeaba.
El profesor, ex militante socialista, se preocupó, no sabía nada de los padres de Sofía. Apenas había visto a su madre en alguna reunión de apoderados .Capaz de ver que corrían peligro, bajo la excusa de una mala nota del hermano de Sofía cito a su madre a la escuela, allí busco un lugar tranquilo para conversar con ella.
Sorprendiendo a la mujer fue directo al grano. Le pregunto si sabía que un auto de la CNI** seguía a sus hijos a la escuela. Ella desencajada no supo que responder,el profesor la tranquilizo, pero también le explico que la escuela tampoco era un lugar seguro, le contó que cada cierto tiempo llegaban  unos tipos de  Santiago a hablar con la directora para pedir antecedentes de las actividades de los profesores. Ella en completo silencio solo lo escuchaba. No entendía porque aquel hombre se delataba de esa forma sabiendo que estaba hablando con alguien que tal vez tenía sus días contados. La intención del profesor era ser solidario, estaba cansado de la actitud de muchos que veían como leprosos a quienes caían en las listas negras de la dictadura. Esta era su forma de rebelarse ante aquello, con el tiempo fue demostrando su tremenda generosidad con la familia de Sofía.
 El padre, por su trabajo llegaba poco a la casa, a veces podía pasar una semana fuera. Pero luego de recibir la noticia del asedio represor  a su hogar, ya no pudo volver por un largo tiempo. Se las tenía que arreglar para hacerle llegar a su familia algo de dinero, cada vez más escaso producto de la persecución de la que era objeto.
En su casa nadie sabía dónde alojaba. Pasaron varias semanas sin noticias de él. Nuevamente la familia paterna desplegaba sus alas protectoras haciéndoles llegar dinero para que pudieran sobrevivir. También recibió apoyo del profesor quien disimuladamente  cada cierto tiempo les hacía llegar algo de mercadería.
Todo esto sucedía en momentos de mucha efervescencia social, la gente estaba perdiendo el miedo. Lo que para muchos podría ser tan absurdo como ir a la guerra armados solo con una cuchara. Así fue la gente contra el gigantesco poder del dictador . Eran miles de hombres y mujeres, trabajando como hormigas y picando al mismo tiempo, debilitando paulatinamente los cimientos podridos del poder mal adquirido.
La madre  se mantenía  pendiente  a cualquier noticia de su compañero mientras el tiempo seguía pasando. No se había dado cuenta de su soledad hasta que producto de la distancia prolongada su compañero no volvió más a su lado. Las lejanías, los duelos no llorados, las tareas asumidas los habían separado irremediablemente.
Para los niños la ausencia del padre en la casa no era algo extraño, se habían acostumbrado. Cuando los dos hablaron con sus hijos para contarles que ya no volverían a estar juntos, entendieron que ya no  llegaría ni siquiera a veces a la casa, lloraron, tenían mucha pena.
La separación dejo estragos en la economía familiar que ya venía mal.  Sofía y su hermano llegaron a la adolescencia, conocieron el trabajo desde chicos, no podía ser de otro modo, con lo que ganaban se compraban sus útiles para el liceo y ayudaban a parar la olla.  Su padre después de la separación apenas  sobrevivía solo, no tenía un trabajo estable. Su madre trabajaba en lo que podía sin descuidar al menor de los niños.
 Al entrar al liceo en Santiago de manera natural  comenzaron su propia vida política, ambos ingresaron a la jota*. No sin cierta dificultad. Aun se guardaban celosas medidas de seguridad. La muerte había dejado dolorosas enseñanzas sobre lo de cometer errores y relajarse en eso.
  Cuando su madre se enteró se aterró. Si bien las cosas se habían calmado un poco , ella recordaba que solo cuatros años antes la habían pasado muy mal. La represión se había encaprichado con ellos, su familia se había partido, la presión constante fue más fuerte que el aguante familiar. Sabía que habían tenido mucha suerte, o tal vez el sacrificio de perder a  su compañero producto de las muchas lejanías les había salvado la vida. Recordaba a los compañeros que habían caído víctimas de la tiranía.
 Sabía que era casi imposible que sus hijos no siguieran naturalmente su justa lucha. Pero tenía miedo, miedo de madre, de ese miedo que se vuelve egoísta. Nunca se cuestionó los valores que les entrego junto a su compañero, pero otra cosa es imaginar que alguien pudiese hacerles daño. Rememoro el miedo  que había sentido en los allanamientos  cuando huían y Sofía era una bebita de días, medio desnutrida y  que no lloraba. Recordó  también el auto que los seguía a la escuela. Tenía  mucho miedo, miedo de madre, miedo visceral y legítimo.
Ellos prometieron ser cuidadosos. Le explicaron juntos, que no podían mantenerse al margen mientras otros lo arriesgaban todo, no podían vivir con miedo. Los dos hermanos se volvieron gigantes ante su madre. Ella comprendió  que no podía hacer nada para que sus niños, ya adolescentes dieran pie atrás con su decisión. El más pequeño de sus tres hijos aún estaba en la escuela, estaba chico todavía, pero estaba segura de que en cuanto creciera un poquito más seguiría los pasos de sus hermanos.
En Santiago se encontraron con esa realidad que pese a saber que existía nunca habían vivido. Hicieron trabajos voluntarios en las poblaciones como antes lo hicieran sus padres, ayudaron a adultos a organizarse, se unieron a la lucha por verdad y justicia. Fueron bravos contrincantes para el conformismo.  Estos jóvenes venían con  la energía  de quien sabe qué hace lo correcto.
Sofía sentía que llegaba el momento esperado  de asumir el compromiso  para el que se había preparado desde siempre.  Miraba el país, un país cubierto por una alfombra  bordada de supuestos logros económicos que solo beneficiaban a los mismo de siempre, bajo la cual se intentaba ocultar la sangre de quienes entorpecían los anhelos del nuevo orden impuesto. Su juvenil conciencia la empujaba a querer cambiarlo.  Se unió a miles de voluntades nuevas  sumando fuerzas con quienes jamás se dieron por vencidos...

Sofía venia de esas familias con historia pesada, dolorosa y obstinada. Insistentes  en tomar una posición en la vida, en querer cambiar lo injusto y rebelarse contra  la represión y la muerte.  De esas que tienen   la osadía de pensar que las cosas no pasan porque dios quiere o porque así ha sido siempre.



Aidana Zuñiga – Cuentos pendientes


* Juventudes comunistas de Chile
**Central Nacional de Informaciones 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

EL BILLETE

MINI-CUENTO

Anita