EL HOMBRE QUE NO MENTIA


Siempre pensó que su más grande cualidad en la vida era no mentir. Él iba por ahí diciendo sus verdades, a veces eran verdades dolorosas, pero siempre fiel a su cualidad, la de nunca mentir, las decía igual.  Esta cualidad lo hacía ser ante los ojos de los simples mortales mentirosos un hombre extraño y pesado.
 Un día recibió un llamado telefónico muy temprano en la mañana para decirle que su hermana estaba en el hospital con dolores de parto, entusiasmado con la idea de convertirse en tío salto de la cama, se dio una rápida ducha, se vistió a toda prisa y salió.
 Cuando llego al hospital su sobrino aun no nacía, pasaron unas horas más antes de que el flamante padre saliera desde la sala de parto diciendo que ya había llegado el pequeño nuevo integrante de la familia. Los recién estrenados abuelos se abrazaron felices. Él, el nuevo tío estaba eufórico, la idea de ser tío le parecía simplemente genial.  El padre orgulloso les mostro a los presentes las primeras fotos de su hijo. Un niño gordito, un poco peludo y bien colorado. Todos al verlas decían cosas como: ¡Huy si es hermoso! ¡Es un bebe precioso! ¡Tiene la nariz de la mamá!... Hasta que las imágenes fueron vistas por  quien creía que su máxima cualidad en el mundo era decir siempre la verdad. Miro las fotos, su cara de alegría cambio, frunció el ceño y observo cada imagen en completo silencio.
Sus padres, abuelos del recién nacido, rogaban  para que no arruinase el momento como lo hacía en cada navidad cuando no le gustaba algún regalo –  Gracias, pero es horrible- o para que te fuiste a molestar, en serio, preferiría que no volvieras a hacerlo…  
Mientras él continuaba  concentrado mirando las fotos de su sobrino, en su cabeza la verdad apareció de inmediato y casi como caricatura de angelito bueno y malo parados sobre sus hombros, su primer pensamiento fue ¡Que guagua tan fea, es peludisimo!  Luego sucedió algo nuevo en él, otro pensamiento acudió a su mente ¡Que chiquitito es, es gordito, es mi sobrino!

 A esas alturas todos  los que se encontraban allí no sabían cómo interpretar su largo silencio. Él miro alrededor, su rostro volvió a reflejar alegría. Eufórico nuevamente dijo la verdad, solo la verdad tal como siempre la había dicho ¡Soy muy  feliz! ¡Soy tío!


Aidana - Absurdos

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