LADRON
Un fuerte golpe en la puerta lo arrebato bruscamente de su
sueño, un nuevo golpe insistió en
intentar echar la puerta abajo, a la tercera envestida la puerta cedió, a esas
alturas Marcial ya estaba en el patio intentando saltar la pared divisoria
entre su patio y el del vecino.
Sigilosamente atravesó el corredor, busco
dentro de un neumático de auto amontonado entre otros cachureos en el desorden
que alguna vez ocupo un parronal bajo el que junto a su hermana y primos
almorzaban en los veranos de la niñez.
Tras introducir su mano en el interior
de neumático la saco portando un arma, una pistola. En esa casa nadie conocía su existencia, su madre y
hermana jamás hubiesen imaginado, pese a
las muchas señales que daba, que andaba en malos pasos. Todo sucedía
paralelamente, muy de prisa, su madre saliendo de su pieza envuelta en una
bata, un sobrino de nueve años mirándolo
por la ventana de la cocina sacar el arma del neumático donde el había estado
jugando el día anterior, Marcial chocando con la mirada del niño, mirándolo suplicante
y haciendo con un dedo en la boca la señal de silencio. La policía entrando en
violentamente, arrasando con todo, él subiendo a la pandereta, saltando al
patio de al lado y de ese al siguiente y así hasta perderse en la oscuridad.
En su huida no alcanzo a oír los gritos de su madre
llamándolo desesperada, tampoco advirtió que su sobrino lo siguió mirando hasta
que salto la pared. El sorprendido niño al ver a su tío, con el que jugaba
play, saltando la muralla a medio vestir, con un arma en la mano, nunca más logro
borrar esa imagen de su memoria.
Al no poder darle
alcance y con una orden en la mano, los agentes comenzaron el allanamiento de
rigor. Su madre tiempo atrás y por razones muy diferentes había vivido una
situación similar, precisamente así había perdido a su marido. Eran otros
tiempos, otras las circunstancias, otros agentes, sin embargo ella sentía que
se trataba de los mismo. Como madre no podía aceptar que su hijo, el sostén del
hogar, su Marcial fuese un delincuente.
Testarudamente se negaba a aceptar lo que los hombres de uniforme le
decían de su hijo ¿Cómo su hijo iba a andar asaltando las casas de gente rica?
No, por supuesto que no les creía, su familia podía ser pobre, pero no eran
ningunos ladrones. Su otra hija, la hermana de
Marcial, estaba separada vivía allí Junto a sus dos niños .Ella era enfermera, por eso no estaba presente a esas horas, tenia
turno en el hospital donde trabajaba.
La madre de Marcial aun sin comprender nada, en medio del
allanamiento decía
– ¡Oiga, como se le ocurre, en esta casa hay dos niños y nunca han recibido malos ejemplos. El marcial nunca ha tomado, tampoco fuma, mi cabro es bueno…
La situación rápidamente se transformó en un caos. La
desesperaba mujer atropellaba sus propias palabras, los niños lloraban, algunas
vecinas desde la puerta sin atreverse a entrar le preguntaban si estaban bien,
ella les respondía:
– ¡Vecina estos pacos están locos, dicen que el
Marcial es ladrón, dicen que le disparo a un joven!- ¿Cómo voy a estar bien si se quieren llevar al
Marcial? –
Marcial, el hombre de la casa que en esos momentos estaba
siendo allanada, se alejaba raudamente de la población, sabía que si lo agarraban pasaría muchos años preso.
Hacía mucho tiempo que esperaba que algo así ocurriera, había tenido demasiada
suerte, o quizá esta vez había cruzado
la línea “permitida” por la justicia…Su último “trabajo” había resultado muy
mal.
Las otras veces, sus otros “trabajos” siempre fueron en
casas deshabitadas. Junto a un amigo de infancia, su cómplice, estudiaban
cuidadosamente su objetivo y daban el golpe. Así mantenía holgadamente a su
familia. En su casa decía que tenía un buen trabajo del cual no le gustaba
hablar
– Mamita lo único que
a usted le tiene que importar, es que yo le pase la platita para el mes-
Nunca le gusto que ella vendiera ensaladas fuera del
supermercado, lo creía innecesario, pero su madre no estaba acostumbrada a ser
mantenida y sagradamente todos los días se instalaba con modesto su negocio.
Marcial no siempre fue así, no siempre robo. Una de las
grandes verdades en su vida fue la pobreza en la que quedaron luego de la
detención de su padre. Siempre había escuchado a su mamá decir que a su papá lo
habían engañado y metido en un lio. Según ella, por eso lo metieron preso. El
hombre no resistió el encierro. Se sintió perdido y sin defensa. Así, una
mañana hallaron su cuerpo sin vida luego de ahorcarse con una sábana dejando a
su mujer sola con dos niños que sacar adelante.
Creció sintiendo que la muerte de su padre era culpa de
alguien, del sistema, del hombre que lo embauco, de los gendarmes que no lo
vigilaron, del abogado que le dijo que se declarase culpable no más... Creció
con el corazón resentido, muy en su interior creía que alguien debía pagar por
sus dolores. Su madre se daba cuenta e intentaba
apaciguar sus fantasmas. Ella, una mujer tremendamente religiosa, buscaba las
respuestas en dios. Todo dolía menos para ella si estaba acompañado de la frase
“así lo quiso dios”. A marcial esas respuestas le sirvieron por un tiempo, pero su rabia muto e instalo en él la idea de
merecer cosas y darle cosas a su familia. Esas que su padre por culpa de no sabía
quién, no les alcanzo a dar.
La primera vez que robo algo, fue en una farmacia. Tenía como diecinueve años, acompañaba a su
hermana a comprar cuando de pronto, en un impulso, como probarse a sí mismo, tomo
un desodorante, lo metió entre sus ropas y salió sin pagar. La excitación que
le provoco el apoderarse de algo ajeno fue un aliciente para sus futuras “actividades”
Cada vez más hábil en
su rentable actividad, tardó poco en darse
cuenta de que en un mes de trabajo ganaba una miseria comparado con lo que
podía llegar a conseguir al robar un computador, una joya o cualquier objeto de
valor, tan típico de las casas de los ricos, sin hacer tanto esfuerzo y sobre
todo sin que alguien lo estuviera mangoneando.
Poco a poco se fue acostumbrando al dinero, a la ropa de cara
y de marca, a la aceptación y el respeto entre sus pares en la población. Al
tiempo se transformó en un ladrón
respetado, la razón, sus “principios”. Nunca robo a un pobre. Sus “trabajitos“ siempre
fueron en barrios acomodados. Tuvo
muchos sus ayudantes a lo largo del tiempo,
ninguno perduro. Le parecían brutos, mal intencionados y destrozones. Él, al entrar a una casa intentaba hacer el
menor desorden posible. Creía que una
cosa era robar algo que se volverían a comprar, total le robaba a gente con
plata, pero otra cosa era que la señora
que hacia el aseo, una mujer seguramente de población igual que él,
tendría que limpiar y ordenar. Eso no le parecía justo. Recordaba que su madre
había trabajado de empleada doméstica para mantenerlos al morir su padre.
Marcial fue convirtiéndose en una leyenda en su barrio,
todos sabían a que se dedicaba, menos su madre y hermana, ellas no querían ver.
No era extraño que alguna vecina en necesidad, acudiera a él solicitando algún
préstamo. Su solidaridad era tan grande y conocida que parecía que todos eran
capaces de relativizar lo bueno y lo malo si se trataba de Marcial. Era
querido, algunos decían que era mejor tener un ladrón de ricachones de vecino
que a un narcotraficante.
En su último robo algo fallo, al momento de entrar en la
casa no advirtieron que había gente. Cuando ya estaban en el interior se encontraron con la nana y dos de los hijos de la familia de influyentes
empresarios que habitaban la gigantesca mansión. Uno de los jóvenes dueños de
casa corrió a una habitación regresando rápidamente con un arma, una pistola.
Apunto a Marcial presionando el gatillo, el arma se trabo, no salió la bala.
Marcial se lanzó sobre el tembloroso muchacho intentando quitarle el arma,
entretanto su cómplice forcejeaba con el otro reduciéndolo y atándolo junto a
la nana, una joven mujer quien sin oponer resistencia, mansamente se dejó
someter, al parecer en estado de shock. Marcial logro quitarle el arma al asustado,
pero obstinado joven, quien en un manotazo, involuntariamente la destrabo justo
cuando apuntaba hacia su propio cuerpo. El
disparo lo atravesó, cayendo al piso, Marcial más asustado que el contrincante
mal herido, tomo el arma dando un grito a su acompañante y salieron del lugar
sin tomar nada.
Al llegar a su casa saludo nerviosamente a su madre, ella
creyéndolo enfermo le preparo una limonada caliente. Mientras estaba distraída
en la cocina Marcial fue al patio, saco el arma de entre su ropa y busco un escondite.
Cuando sintió la voz de su madre
llamándolo se apresuró en esconderla dentro de lo primero que hallo, un
neumático.
Varios días pasaron sin atreverse a salir de su casa. Seguía las noticias para
enterarse del estado de salud del joven herido. Como nunca antes, estaba
preocupado, el peso de sus acciones estaba por pasarle la cuenta. Desesperado y
recordando sus antiguas creencias religiosas rezaba para que el joven no
muriera, sabía que no soportaría convertirse en un asesino.
La primera noche que consiguió dormir bien después del fracasado robo, fue cuando en el noticiero de
las nueve dieron el parte médico del estado de salud del hijo buena familia
herido por un delincuente. Al oír que
decían que estaba fuera de peligro sintió que el alma le volvía al cuerpo.
Una semana después
cerca de las tres de la mañana en medio de un operativo policial huyo
por los patios vecinos, corrió como nunca antes, la familia de Marcial no lo volvería
a ver.
Esa noche no fue
alcanzado por la policía, oficialmente ninguna
bala toco su cuerpo, sin embargo no volvió más a su casa.
En el barrio los
vecinos comentan lo que cada cual cree que paso con él. Hay quienes dicen que se fue para cambiar de
vida, otros creen haberlo visto caminando por ahí.
Frente a su casa varios vecinos y amigos pintaron un mural
de agradecimiento inspirados por la
ayuda que el ladrón de ricachones alguna vez les presto, además de la admiración o sensación de “justicia”
que tenían algunos que creían bueno que alguna vez fuera un pobre quien le
robara a un rico , porque siempre es al revés, decían
Su madre quedo con la
idea de que lo mataron esa noche, la misma en que se enteró que su muchacho, su
querido Marcial, el hombre de la casa,
era un ladrón.
Aidana- Letras Revueltas
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