RUEDA DE HAMSTER
Sin
alguna razón en particular despertó de mal humor. Se levantó
temprano, entro a la ducha y debió luchar contra las polaridades
entre el hielo doloroso del agua fría y el chorro de agua
extremadamente caliente quemando su piel regalándole a su mal humor
un nuevo argumento. Entre gruñidos
se vistió y desvistió varias veces, el espejo parecía
también estar coludido para complicarle el día.
Al final y sin volver a fijarse en el
espejo escogió un pantalón azul y una blusa tan negra como su humor. Salió de
la casa sin desayunar, estaba apurada, la ridícula lucha contra la
ducha y el espejo la habían retrasado. Tomo el metro a esa hora
maldita en que casi no es posible respirar por lo saturado de gentes que apenas
dejan espacio para poner ambos pies en el piso. Al llegar a
la estación de destino sintió que el vagón la
expulsó de su panza a punto de reventar. Su mal
humor seguía aumentando.
En su trabajo continuaron acumulándose argumentos
para estar de malas. Apenas llegó se enteró que por resolución de la
empresa habían sido despedidos algunos de sus compañeros de
trabajo. Siguió el día y un llamado tras
otro debió atender a clientes enojados por cobros abusivos de la gran
transnacional a la que el call center para
el cual trabajaba vendía sus servicios llevándose una
jugosa ganancia mientras ella y sus compañeros recibían lo
que la empresa decidía unilateralmente como un sueldo "justo". Pero
para ella eso no era tema, con lo que ganaba le alcanzaba para sus
gastos y salir de vez en cuando
Cuando salió del trabajo estaba muy
cansada, el mal humor parecía haber agregado peso sobre todo su
cuerpo. Como aún era temprano decidió caminar un poco para despejarse.
Mientras lo hacía se puso los audífonos para escuchar música, de esa
forma no tendría que oír los sonidos de la ciudad
que también le parecían molestos. No reflexiono sobre
la razón de su enojo, tampoco se cuestionó lo mal
que había pasado el día, solo caminaba molesta
sin ningún motivo en particular. Su rabia
no parecía tener algún origen claro,
No había peleado con alguna amiga, no tenía novio con quien
disgustarse, vivía sola, no le molestaban cosas como
la contaminación, la guerra o el hambre en el mundo. En realidad no era de
pensar mucho en los demás.
Su vida era simple trabajaba para vivir,
hacia años había salido de su casa para ser libre e independiente, en
realidad había salido de su casa para huir de sus padres
quienes insistían en que debía estudiar, ella los
consideraba exagerados, anticuados y entrometidos. No le gustaba mucho
visitarlos tampoco, porque cada vez que lo hacía se sentía atacada
con las preguntas que ellos le hacían tales como: ¿Qué piensas
hacer de tu vida, tienes novio,
sigues en ese trabajo, no te gustaría tener una profesión?
Su familia era pequeña, solo sus padres,
un hermano mayor y ella. Su hermano había estudiado con mucho
esfuerzo de sus padres la carrera de derecho. Era un hombre noble, solidario y
muy agradecido de sus padres. Ella en cambio era solo ella y su amada
"irreverencia". Cada vez que visitaba la casa familiar y se
encontraba con su hermano respiraba aliviada, sabía que el pese a no estar de
acuerdo con su forma de vida le quitaba delicadamente la presión de
sus padres de encima. Sus padres trataban de evitar las comparaciones, sin
embargo se hacía imposible preguntarse qué misterio operaba en sus hijos,
criados por los mismos padres, en la misma casa y tan rotundamente distintos.
Camino tres estaciones, parecía que
el ejercicio había bajado la intensidad del mal humor.
Llego al metro, subió al vagón abarrotado de gente en medio
de empujones e improperios. Al bajar ya no había tanta gente, así es
que el descenso fue más digno que el de la mañana. Camino la breve
distancia que separaba la estación de la casa donde arrendaba una
pequeña pieza con entrada independiente. Cuando entro el mal humor
ya había pasado. Se quitó los zapatos, se tiró en la cama
y comió un pan con queso que le había quedado del almuerzo.
Sin darse cuenta la venció el sueño. Se quedó dormida vestida,
destapada, con el pan a medio comer en la mano y la taza de té
se enfrió en el velador. Así paso la noche y
al día siguiente al sonar la alarma del despertador, sin
alguna razón en particular despertó de mal humor. Se levantó,
entro a la ducha, debió luchar contra las polaridades entre el hielo doloroso
del agua fría y el chorro de agua extremadamente caliente quemando su
piel...
La rueda de la vida que elegía tener volvía a girar sobre sí misma,
como una rueda de hámster, giraba sin ir a ningún sitio, como todos los días…
Aidana- Cuentos urbanos
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