EL AGRADECIDO


 
Para Luis nunca fue fácil el camino. Ser pobre es un problema que te entregan como suyo y él llegó al mundo con el problema a cuestas. Nació y creció pobre.
Paso su infancia llena de recordatorios de gratitud en casa de quien no eligió parirlo, solo lo recogió, con la misericordia de quien salva a un cachorro de ser lanzado al río.
Él sin haberlo pedido vendría a ser el sexto de los hijos de una familia sin padres.

 La mujer que lo trajo al mundo era joven entonces, aún no llegaba a los treinta años. Los otros, sus hermanos, nacidos antes que él, eran cuidados por Rosa, una señora de más de setenta años, sola y con casa propia. Una rancha destartalada, con varias piezas, heredada de sus padres a los que cuido hasta que partieron de esté mundo quedando sola, ella y su casa.
Por sus avanzados años los vecinos la llamaban abuela Rosa.
 La madre de Luis llegó una noche a la Rancha de Rosa por el dato del arriendo de una pieza.
Rosa no le arrendaba a gente con niños, pero cuando los vio escondiéndose tímidos tras su madre se apiado de ellos.  De esa manera comenzó esta relación que se convirtió para todos en una especie de familia. Ambas mujeres  se beneficiaban de esto. La abuela Rosa escapaba de la soledad de no haber hecho familia propia y la otra de tener quien cuidará a sus guachitos, como les decía de cariño.
Los chiquillos eran de padres distintos, hombres que compartían la costumbre de hacer chiquillos  y desaparecer. La madre de Luis al saberse embarazada nuevamente supo de inmediato que su hombre la dejaría, él se lo había advertido, no dejaría a su esposa por ella,
Por eso a este último, a Luis desde que lo supo en su vientre  no lo quería .
Se trató de hacer remedio, sufrió de muchos dolores, pero el crío se aferró a la vida. No le quedaba otra qué tenerlo.
Se fajo durante todo el embarazo, lo escondió, nadie supo de él. Ni siquiera la abuela Rosa. Su absurda obsesión por no asumir la llegada de su guagua no logro detener el proceso natural.  La vida se abrió paso igual y el niño, pese a los deseos de su madre nació.
El parto fue en la casa de la abuela Rosa .Ese día se sintió mal desde temprano, pero embrutecida, no dejó de trabajar, tenía la esperanza de que al no haberse cuidado durante todo el embarazo el niño nacería muerto. Se aferraba a esa idea para no angustiarse pensando en otro cabro chico que mantener, pero sobre todo, en la posibilidad de ser abandonada por el hombre al que amaba. No quería volver a estar sola, ya tenía cinco hijos, ¿qué haría con uno más?
Llegó a la casa pálida diciendo que le dolía la guata, apenas saludo, sudaba frio, tenía  dolor. Rosa le ofreció un agüita de menta para el dolor de estómago, ella le dijo que no y se fue directo al baño.
El baño consistía en una casucha instalada a varios metros de la casa, sobre un pozo, dentro tenía un cajón con un hoyo en medio que vendría a ser la taza del baño.
Cuando entró al baño ya había roto fuentes. Rápido se sacó los pantalones, se vio las piernas ensangrentadas, luego se sacó los calzones e instintivamente comenzó a pujar. Allí, de pie, en medio de la fetidez de un baño de pozo llegaba al mundo él, su sexto hijo.
El niño cayó al suelo, lloro con un sonido agudo, como maullido de gato chico. Ella exhausta se sentó en el borde del cajón, miro un instante a su crío, a continuación de manera mecánica busco en el bolsillo de su pantalón una cortaplumas que siempre llevaba y que era el único recuerdo que guardaba de su padre. Tomo la cortaplumas y corto el cordón vital que la unía a su guagua.
Lo recogió del suelo sin mucha delicadeza, estaba aún cubierto de sangre. Como si lo hubiera decidido con antelación, lo acercó al cajón para arrojarlo dentro del pozo.
En ese momento la abuela Rosa abrió la puerta de un tirón. Alertada por lo mal que la vio cuando llego y que se demoraba tanto en el baño con el supuesto dolor de guata. La anciana al ver lo que estaba ocurriendo al interior de la casucha dio un grito de espanto arrebantado de las manos de la madre desquiciada al niñito que acababa de nacer.
Así comienza su historia, así llegó a ésta vida. Rescatado de la muerte por la abuela Rosa.  Ella inmediatamente se dio cuenta del peligro que el recién nacido corría si permanecía cerca de su madre. Pensando en cómo resolver este tremendo problema y evitar que la otra se acriminara con la guagua, Recordó que en una población cercana había una señora que cuidaba niños a cambio de unos pocos pesos. Esa resulto ser la solución, Rosa  fue a hablar con ella contándole toda la historia. A los dos días todo estaba arreglado, fue entregado a ésta mujer quien se suponía sería su cuidadora día y noche a cambio del pago pactado. 
Al principio la abuela Rosa fue puntual en los pagos, lo visitaba seguido .Pero al pasar el tiempo , empujada tal vez por el remordimiento o recuperada de su locura, fue su madre quien se hizo cargo de pagar e ir a verlo.  Sin embargo de pronto  las visitas se volvieron cada vez más escasas, hasta que el pago y la madre desaparecieron para siempre.
Ester, la cuidadora, se convirtió sin haberlo querido en la única mamá que conoció este niño.
Ella no tenía idea de donde vivía la abuela Rosa. Dejo pasar los días que se convirtieron en semanas y luego en meses hasta que no pudo más. Se dio a la tarea de conseguir la dirección. Enojada porque no le cumplieron con el pago estaba decidida a devolver al chiquillo, aunque le había tomado  harto cariño, sabía que no era suyo, en la pobreza en que vivía, no se podía permitir cuidarlo gratis tampoco.
Cuando al fin dio con la dirección, la casa de doña Rosa estaba vacía, preguntando a las vecinas se enteró de que había sufrido un ataque y de ahí no había vuelto, la habían enterrado hacia casi un mes. De la otra señora y los niños no supieron más, habían dejado la casa el mismo día del funeral.
Ester quedó pasmada ¿qué podía hacer con el cabro chico? pensó que seguramente su mamá lo iría a buscar y le pagaría lo que le debía.
Los años pasaron, nadie lo reclamó. Ester con eterno resentimiento por sentirse estafada y obligada, igual lo crio. Al fin tuvo al hijo varón que secretamente siempre quiso, nunca se imaginó que sería de esa forma.
La Ester, mujer sola y endurecida por la miseria nunca endulzó la realidad, le hizo saber desde pequeño a Luis que lo había recogido. No le escondió ningún detalle de su doloroso origen. Cuando se enojaba solía decirle guacho mal agradecido y le sacaba en cara todo lo que se sacrificaba para mantenerlo. También era de golpe fácil. A su modo lo quería, no sabía querer de otra manera. Intentó darle lo mejor que pudo, pero él nunca se conformó, para él, ser huacho no tenía solución, ser pobre sí.
A los catorce años, ambicioso y sintiendo que no tenía anda que perder comenzó con radios de auto, luego fue por más, cada vez más.
Ella al principio, cuando el muchachito dejó la escuela y llegaba con plata para el pan, lo interrogaba sobre el origen del dinero, él mentía burdamente y ella burdamente le creía.
Después ya no preguntó  más, sabía la respuesta pero no quería aceptarla. Prefería pensar que su hijo le había salido bueno y agradecido, por eso trabajaba duró para ayudar a parar la olla.
Ester comenzó a ver  que el mueble que hacía de despensa estaba lleno, tenía varios kilos de  azúcar, cajas de té, hartos fideos, jurel y hasta un par de tarros de atún. Cosas siempre escazas para ellos.
Eso lejos de alegrarla le daba miedo, sabía qué tarde o temprano esto terminaría mal. Ella sufría pensando en que le podía pasar algo malo a su guacho, al niño que crió como propio, por el que desvelo  y amo a su modo. La precariedad de vida compartida con alegrías simples y siempre cortos de plata, sumado quizás a conocer más de lo que debía hizo que Luis sintiera un amor incondicional por Ester. Para Luis su madre, la Ester, era la mejor del mundo, por lo mismo se juró que mientras pudiera, no la dejaría volver a pasar hambre. 
Quién sabe si pudo ser diferente el camino escogido por Luis para cumplir su  juramento. Tal vez si es que su madre, la que lo pario lo hubiese querido... Lo cierto es que su única madre, la Ester, lo amo y cuido  a su modo y Luis se lo agradeció  a su manera.


Aidana- Dolores

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