FUNCIONARIO FUNCIONAL

 Al llegar a la fila que debía hacer cada mañana para tomar el micro, fijo la vista en la punta de sus zapatos asegurándose de que estuviesen perfectos, desde la escuela no soportaba llevar los zapatos sucios o mal lustrados, habría sido capaz de golpear a quien que se los ensuciara.
 Esta era una de las muchas manías heredadas de su padre. Sus zapatos estaban relucientes, eso le dio cierta seguridad. Con impaciencia miro la hora en su viejo reloj, viejo y sin correas; lo usaba en el bolsillo. Para el este objeto no significaba nada en especial, lo utilizaba como parte de su estrategia de no sacar su celular en la calle, temía mucho a la delincuencia.  Se hacía tarde, la micro no aparecía, esta situación cotidiana comenzaba a perturbar su día. Durante los minutos de espera una anciana de esas que les gusta hablar al aire, mirándole de reojo dijo: - Que calor que hace- Esperaba la pobre que alguien le respondiera para iniciar lo que el intuía sería una larga y tediosa conversación. Como ya estaba perdiendo la paciencia, no contesto a la anciana, ni él ni nadie. Ella, después de una par de infructuosos intentos dio un suspiro y se quedó callada. Continuaba avanzando la hora. De nuevo recordó sus zapatos, volvió a verificar que estuviesen bien. Lo estaban, sin embargo el no.
Aquel día por alguna razón que no recordaba tenía una sensación de incomodidad. Entonces  hizo algo nada común en él,  quiso descubrir porque estaba así, nada malo le había pasado aquella mañana. Sus zapatos estaban limpios y brillantes, no era el último en la fila, así es que probablemente alcanzaría a irse sentado la hora y media que duraba el trayecto a su trabajo, no estaba hablando con nadie por obligación, tenía dinero , aunque justo para llegar a fin de mes, pero eso no era un  problema , total siempre ha vivido así. Pero seguía incomodo ¿será la delincuencia? Pensó. Puede ser, mientras se arreglaba para ir al trabajo, el televisor estaba encendido como de costumbre. En el noticiero matinal no paraban de hablar de robos y asaltos… eso debe ser. Es que este país esta tan malo, si pudiera me iría de aquí se dijo a sí mismo. Estaba tan distraído pensando que no advirtió la cercanía de la micro hasta que quien estaba tras el en la fila lo empujo con suavidad para despabilarlo.
Subió, se sentó desconfiado, como siempre miro primero para ver si la persona que estaba junto a él no le daba mala espina. Luego de eso continúo con sus pensamientos. –Que mal que esta este país, ya nadie respeta a nadie. Repitió como tres veces esto para sus adentros hasta que se convenció de que esa era la razón. Se quedó tranquilo, como quien descubre algo importante.
Llego al trabajo, una oficina  en la que el pasaba desapercibido. Es muy probable que si no hubiera sido por la tarjeta que cada día marcaba y en la cual aparecía su nombre ni siquiera él y los de contabilidad supieran que trabajaba en aquel lugar.  Día  tras día en los últimos veintiséis años encontraba en su escritorio un montón de carpetas con papeles, con fechas y firmas. Papeles que para él no valían nada y solo se limitaba a timbrar y archivar, sin embargo esos papeles significaban para los nombres escritos en ellos la posibilidad de quedar sin nada, allí en sus manos día tras día tomaba letras y pagarés que gentes caídas en desgracia firmaban a cambio del dinero que les ayudaría a salir de la emergencia, a veces esas emergencias consistían en  costear  un remedio para un hijo enfermo, pagar una matrícula o simplemente comer. Pero para él daba lo mismo, solo eran papeles.
Como cada día almorzó solo, nunca busco amistad en ese lugar, sentía que no le hacía falta, esa era su justificación para no tener que hablar por obligación.
 Sus escasas amistades conocían su carácter por lo que lo visitaban de vez en cuando y no sin antes llamarlo después de las ocho porque a esa hora si contestaba su celular.
Una vez finalizada la jornada laboral repitió el ritual de regreso a casa, miro sus zapatos, confirmo que estuviesen limpios, hizo la fila, pero esta vez  fue fiel a la costumbre, no pensó. Eso también lo heredo de su padre. Así siempre había sido mejor.

(Aidana 2015- mala vida)

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