EL HOMBRE QUE LLEGO TARDE

Señor por favor, yo sé que él está aquí, está en la lista. Necesito verlo.
Él no ha hecho nada malo. El solo había venido a verme desde el campo.
Necesito verlo. Es urgente. No puedo esperar hasta el lunes!!  Aunque hablaba fuerte apenas se oían sus palabras entre muchas otras voces que pedían información.
Luego se acercó aún más a un militar, bajando la voz, casi susurrando
-Tú no entiendes. Te lo pido por lo que más quieras, déjame pasar... Por favor...
Su voz  quebrada y al borde del llanto intentaba controlarse. Sabía que cualquier paso en falso podía ser peligroso...Había visto con espanto lo que eran capaces de hacer.
Sus ruegos fueron en vano, frente a él no parecía haber un ser humano. Ese gordo uniformado con mirada prepotente y su fusil presto a disparar. Demasiado acostumbrado a acatar órdenes sin sazonarlas, no haría excepciones, en sus años de formación le habían enseñado a no ceder ante sentimentalismos. Ahora con mayor razón, se sentía poderoso, ahora estaba “defendiendo” a la patria.  No, por supuesto que no le dejaría pasar.
Refunfuñando aunque preocupado y temeroso volvió a la  vieja casona donde vivía. Un lugar que en otros tiempos pudo ser un palacete sin embargo se mostraba como un edificio viejo, lúgubre, abarrotado de gente pobre. Vivía allí desde que llego del campo para estudiar en la universidad, un familiar lo recibió  como un favor a su padre. Así conoció y abrazo sueños de un país más justo. Su padre siempre había soñado con que el fuera un profesional, el país estaba cambiando y por primera vez los pobres tenían acceso a la universidad.
Debió esperar todo el fin de semana, el tiempo tuvo otro peso, otra densidad, otro ritmo, lento muy lento. No logro dormir, no tenía libros para leer, No hablo con nadie, en vano busco algo que hacer, estaba asustado. Nada lograba sacarlo de sus pensamientos urgentes. Por fin llegó el lunes, volvió al ataque sabiendo que tal vez estaría de turno el mismo uniformado del viernes, eso  le inquietaba -No importa- pensó. - El mismo me dijo que volviera hoy.
Mientras caminaba intentaba calmarse, la angustia a ratos se volvía inmanejable, le temblaban las manos. Al pasar frente a una vitrina vio el reflejo de su imagen, sintió pudor. La ropa que llevaba puesta parecía un par de tallas más grande, muy arrugada y vieja. Creyó que en ese momento eso no era importante, pero luego recordó que su madre siempre le decía- Como te ven te tratan-... Comenzó a sudar, este nuevo síntoma se unía al resto de los signos de ansiedad que lo estaban invadiendo. Decidió que no volvería a mirar las vitrinas, no necesitaba más preocupaciones, debía mantener la mente fría.
Al fin llego a la entrada de aquel gigantesco recinto, tomo aire y entro. En el lugar lo recibió  solo el silencio. No estaba el gordo uniformado del viernes pasado, tampoco otros en su lugar, no estaban las otras personas desesperadas por entrar como el, no había ese ruido doloroso y desesperado de familiares preguntando por los suyos, no estaban aquellas mujeres con los ojos enrojecidos de tanto llanto...
 Miro a la pared buscando las listas, esos papeles con los nombres que daban cuenta de quienes estaban detenidos en ese lugar, listas en la que había encontrado el nombre de su padre.
 ¿Qué estaba pasando?  Sintió como si un puño imaginario le diera justo en la boca del estómago, le  costaba respirar. Una mezcla de horror e incertidumbre se apodero de él. Intentaba entender, comenzó a llorar. Camino, perturbado, desesperanzado, cansado.
 Aquel lunes antiguo, ese lunes, al salir del conventillo fue detenido por una patrulla militar. Desde aquel día su noción del tiempo cambio para siempre, lo quebraron, mataron sus sueños, perdió el sentido de la realidad, su corazón de hombre bueno se desconectó de su cerebro, nunca fue capaz de asumir tanto horror, tanta maldad.


Ahora, este nuevo lunes, llegaba tarde contra su voluntad, más de cuarenta años tarde, sus ojos cargados de ayer no le permitían ver que él ya no era joven  y que su padre  hacia mucho que no estaba en aquel lugar.

Aidana- cuentos pendientes

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