EL PINTOR Y LA BRISA

  En algún tiempo desconocido, en un hermoso campo aunque sin flores, vivía la  suave Brisa creyendo que su mundo conocido era feliz. A veces corría por el prado verde hasta quedar sin más energía, luego se detenía y admiraba la belleza a su alrededor.
 Ella desde sus primeros soplos de vida  fue inquieta y algo tozuda, su padre el Viento y su madre la Lluvia siempre admiraron con silencioso orgullo la alegre rebeldía de su pequeña. En este mundo feliz fue creciendo. Desbordaba amor sin ser cándida, incluso parecía un poco voluntariosa y hasta medio inescrutable para el resto de los habitantes del campo. En su vida fue criando amorosamente, creando lazos y maravillas al soplar. Envolvió cálidamente a la Alondra, la más hermosa, la elegida para ser su hija y amo  la claridad  de la noche, su valiente hijo. A quien los hombres de la tierra llamaron  Alen.
Cada noche Arrullaba dulcemente la vida del aquel amado campo. Sin embargo sentía que algo faltaba en ese lugar, su espíritu inquieto le decía que había algo que podía hacer que ese, su campo fuese aún más bello. Después de buscar las respuestas allí mismo, decidió salir a otros mundos en busca de ese  algo que presentía importante… Así corrió suave sobre otras praderas donde no se quedó, sin embargo vio algo que la maravillo, se trataba de unas extrañas formas de prado, de variados colores, lindas y fragantes , algo que jamás había visto, fue entonces que entendió que esto era lo que faltaba en su campo para ser perfecto. Cuando volvió de esta búsqueda se dio cuenta de que no sabía cómo hacer que esos colores, esas fragancias, vivieran entre los suyos.
Pasaron los días y para ella se había vuelto una necesidad contar con las maravillas  vistas en aquel viaje. Un día cualquiera, sin anunciarse apareció por el campo un Hombre a quien ella enseguida y a pesar de los años reconoció. Se trataba alguien con quien en su infancia había compartido juegos cuando recién aprendía a volar.
 Al volver a verse se tornaron el niños nuevamente, juguetones e infantiles…Después del primer momento y de contarse cada cual sus aventuras y desventuras el vio que había algo que la inquietaba y de pronto sin más preámbulo  pregunto- ¿Qué te hace falta para ser feliz?- Entonces ella le hablo de los colores y aromas, de  la belleza distinta que había visto en su viaje a otros mundos y quería que los suyos pudieran disfrutar. El la miro por un instante, busco misterioso y feliz en una bolsa que llevaba…Saco unos pinceles  y comenzó a pintar flores, la Brisa se sorprendió, estaba fascinada y comenzó a soplar  para ayudar a secar las recién pintadas flores. Muchas horas después la tarea había sido concluida, pero ella se dio cuenta de que estas flores como las llamo el pintor, no tenían aroma, estaban quietas, no tenían vida…
Algo les había faltado, algo importante, pero no sabían que. A pesar de esto no estaban enojados, tampoco frustrados, estaban extrañamente felices. Así comenzaron a pasar los días y el pintor y la Brisa se dieron cuenta de que ya no querían estar separados, se dieron cuenta justo cuando terminaron de pintar una pequeña florcita juntos… Así fue que se volvieron inseparables. Comenzó a pasar el tiempo y un día advirtieron que esta flor pintada, la que pintaron juntos, la más pequeñita del prado, tomaba vida. Eufóricos de alegría le entregaron los mayores cuidados ¿Acaso será que esta flor tendría la magia que esperaban?...Pues la pequeña flor creció  sana con bellos colores y la más dulce de las fragancias. Luego  se convirtió en fruto y al paso  de unos meses de ese fruto nació lo increíble, fue un día de primavera en el prado, fue un día jubiloso, ese día llego al mundo el hombre libre,  Tahiel , el hermoso hijo de la suave brisa y el pintor, el milagro que dio vida a las flores.

Con muchísimo cariño a la Brisa cariñosa y suave de primavera.
Aidana Zuñiga 2015

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