ESE LUNES DE JUNIO DE 1975

 -Apúrense chiquillas que vamos a llegar tarde, lo que mas encargo el abogado es que llegáramos a la hora-
Sus hijas la miraron, luego siguieron desayunando.
Volvió a insistir enojada - ¡ya apuerense!-- Les dijo , pero esta vez gritando.
Las dos adolescentes se pararon de un salto, se fueron a su pieza para terminar de vestirse. No tenían ningún apuro, los gritos de su madre y su mal humor se habían convertido en rutina desde el día en que su padre desapareció.Desde ese maldito día ella nunca volvió a ser la misma. Nada volvió a ser igual.
Sucedió un día lunes, después de un fin de semana de levantarse tarde, bien reagaloneado. Habían estado en su casa unos amigos que no veían desde mucho tiempo. Un fin de semana feliz.
Enrique, un joven trabajador de la construcción, ese día salio como de costumbre cerca de las cinco y media de la mañana para llegar no llegar tarde a la pega. Antes de salir fue a la pieza sus las niñas, una hermosas mellizas de seis años, las miro por un instante y cerro la puerta intentando no hacer ruido. 
Ese lunes tampoco despertó a su mujer , quien habitualmente lo despertaba a él, solo le dio un beso calladito en la frente y partió. 
Una vez en la calle, encendió un cigarrillo, estaba acostumbrado a fumar en ayunas. Camino al paradero de la micro donde como cada día.
Enrique no siempre fue obrero de la construcción, antes de que los milicos se tomaran el poder el trabajaba como reportero de un diario afín al gobierno derrocado. Le apasionaba el periodismo y la fotografía. En realidad le gustaba sentir que aportaba al mantener a la gente informada de los avances que el gobierno estaba haciendo, sobre todo por los mas pobres. Se entusiasmaba al escribir noticias como la del acceso a una mejor alimentación para todos los niños de su país o la nacionalización de recursos naturales que ayudaría a financiar los proyectos sociales tantas veces anunciados pero nunca antes tomados en serio.
Pero los poderosos se habían puesto demasiado nerviosos. No tenían intenciones de compartir sus riquezas no siempre limpiamente adquiridas. Se habían acostumbrado a ser los dueños del país.
Desde que aquel gobierno impuso las primeras medidas que iban dirigidas a mejorar la vida de los postergados de siempre, se comenzó conjurar la venganza de aquellos que no querían cambios. A ellos les acomodaba muy bien el poder y las riquezas acumuladas. 
Sin escrúpulos utilizaron cuanto creyeron necesario en su guerra que paso de imaginaria a real contra el gobierno constitucional. Así con la fuerza prepotente que da el dinero, compraron lo necesario , conciencias incluidas, para eliminar cada obstáculo entre ellos y el poder.
Civiles poderosos, con ideología bien definida declaraban la guerra al gobierno,los sus partidarios de él y a los pobres. Escondieron cobardemente sus rostros tras las espaldas de militares insidiosos cuya ambición significo para el supuesto bando vencido los dolores mas grandes que jamas hubieran conocido.
Enrique y su esposa Silvia tuvieron suerte, por alguna razón misteriosa que ninguno de los dos atribuyo a milagros, nunca sufrieron como muchos de sus amigos y familiares de los ezquisofrenicos allanamientos u otra forma de violencia directa hasta ese momento. Hasta ese lunes de junio de 1975 lo mas grave que como familia sufrían era la escasez del dinero. Se sabían afortunados. Así fue hasta ese día lunes.
Al subir a la liebre, el pequeño micro bus en el que viajaba al trabajo no noto nada extraño, estaba lleno como siempre,los vidrios se empañaban con las muchas respiraciones. Había avanzado bastante en su trayecto cuando la liebre freno bruscamente, los pasajeros que estaban de pie, como enrique, se sacudieron y algunos terminaron sobre otros pasajeros que estaban sentados. Oyeron gritos y la inconfundible voz con tono militar dando la orden de descender. Enrique bajó junto a los demás pasajeros, la mayoría hombres que se dirigían al trabajo igual que él.
una vez abajo fueron formados por milicos y hombres de civil que parecían tener mas autoridad que los mismos militares. Uno a uno fueron revisando sus documentos, Enrique intento estar calmado, tenia miedo, había oído de estas cosas y sabia del peligro que significaban. Cuando terminaron la revisión y se disponían a dejarlos volver a la liebre, un silbido de uno de los autos de los civiles, acompañado de un gesto del ocupante señalando a enrique cambiaron todo.
Fue golpeado de inmediato, arrastrado a uno de los autos, mientras el gritaba su nombre lo mas fuerte que podía, tal vez intentando de esa forma no penderse en los abismos de esos cuarteles de los que alguna vez alguien casi en susurros le había hablado.
El del auto, el hombre que lo señalo ,era un antiguo colega, un hombre que quien sabe porque motivos, ayudaba a los que cazaban gente, gente como Enrique.
Desde ese momento Enrique se volvió un recuerdo para su esposa, un hermoso y humano recuerdo,sus cosas estaban en la casa, su ropa, sus fotos, su viejo tocadiscos. Sin embargo para sus hijas se iba borrando aunque ellas se resistían. El paso del tiempo y la misma vida desdibujaban sus recuerdos de niñas y lo iban completando con la memoria de su madre, construyendo nuevos recuerdos para no llegar jamas a olvidarlo. 
Silvia no acepto rendirse nunca, cuando le decían que el se había idos con otra mujer, que tenia otra familia , ella se volvió aun mas valiente. Conocía muy bien a su marido.  Acudió una y mil veces a cuarteles, centros de detención, a tribunales. Lo busco desde la misma noche en que no llego, lo espero cada día desde aquel lunes. Se unió a otras y otros que compartían el mismo dolor. Recibieron burlas de uniformados, golpes y humillaciones. Sus hijas vivieron todo junto a ella. Cada navidad esperaban que volviera, los primeros años lloraron las tres juntas. Luego, no por falta de amor las lagrimas se fueron secando, las cambiaron por fuerzas para seguir adelante sin dejar jamas de buscar a  Enrique.

Aidana- cuentos pendientes



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