EL POBRE PERRO MUERTO


   
 La primera vez el sexo le pareció una experiencia poco agradable, grotesca.

Difícil que hubiera sido de otra manera, su pareja contaba con la misma nula experiencia que ella, ambos debutaron esa noche, sin pétalos de rosas, sin sábanas de seda, sin champagne, sin cama. Los acogió la luna llena y el pastizal a orillas de la carretera. Esa noche no estaban mas que ellos dos y a unos metros, sin que lo notarán en medió de la feroz calentura, como mudo testigo ,un perro muerto medio podrido.
Ella intentando concentrarse para la romántica entrega, él siguiendo sus instintos sin mucha idea de lo que hacía.
Lo único cierto en esa escena era la urgencia de la carne que se había vuelto insoportable. Rápidamente se fueron prendiendo. Primero fueron los besos torpes y apasionados , luego las manos se dieron rienda suelta, frenéticamente bajaron cierres, desabotonaron, tiraron elásticos. Tocaron lo que hasta ese momento estaba prohibido. Recostados sobre el pasto, todo comenzó y terminó rápido. En medio de la revolución hormonal no existía nada más que ellos en este novedoso y excitante mundo. 
Allí no hubo espacio para pensar, no hubo culpas tampoco hubo condón. 
Al pasar los años y recordar ese momento, ella sonríe. Afortunadamente esa noche no tuvo más consecuencias que el recuerdo de las espigas por todos partes. Esa noche solo fue de ellos y su inexperiencia.
Esa noche bajo la Luna llena solo estuvieron aquellos dos jóvenes debutantes ,su pasión desenfrenada , su amor y un silencioso y fétido testigo al que solo notaron al calmarse las pasiones, el cadáver del pobre perro medio podrido.


                        Aídana-  los amantes

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