INFANCIA

              Amalia vivió una infancia normal, bajo su propia interpretación de normalidad. Hija de una joven mujer,envejecida prematuramente y un padre ausente, creció junto a su hermano en medió de una época sombría. Chile era un país quebrado por el dolor, así también muchos de sus habitantes. Una mano sangrienta había arrancado de cuajo vidas, sueños y expectativas de justicia para quienes como los padres de Amalia pusieron sus empeños y compromisos en la construcción de este maravilloso futuro, el que por fin sintieron que podían tocar. 

Para Amalia y su hermano Pedro, como niños nacidos en ese feo Chile, no existía otra realidad. 
De labios de su madre y como un viejo cuento oían que una vez existió un país mejor, lleno de oportunidades para los mas postergados, ella les contaba que su padre estudiaría en la universidad y que cuando vino el golpe faltaba poquito para que le entregaran su casita .Eso les alegraba porque eran los pocos momentos en que la veían sonreír , su mirada cambiaba. Para esta joven madre la vida se había vuelto un castigo y sin tomar conciencia de sus actos se fue volviendo solitaria y cada vez mas triste. Las constantes ausencias del padre significaron para ella asumir un doble rol para el que no estaba preparada. 
El ,un hombre joven y decidido, sin decirlo, quizá hasta sin pensarlo demasiado se unió a otros para ,por ridículo que pareciera, hacerle frente al tirano y su jauría. Ellos los primeros en rayar las paredes con una letra erre encerada en un circulo marcaban su valiente decision de resistencia.
Los niños aprendieron desde chicos el valor del silencio, la prudencia y la desconfianza. Sabían que un error suyo podía significar la muerte de sus padres. Nadie les había enseñado, instinto de supervivencia tal vez o intuir la muerte, quien sabe.
Para ellos las fugaces visitas del padre tenían un significado especial. Lo habían convertido en héroe, uno del que no podían hablar. La madre sin darse cuenta se endureció, se volvía violenta con sus hijos, dejó de sentirlos suyos. Se descontrolaba con facilidad, estaba bajo mucha presión, en su casa se fabricaban panfletos ,debía estar siempre alerta, ademas cada día era mas difícil parar la olla. Se sentía sola, desorientada, temerosa. Se obsesionó con las noticias, esperaba saber si su marido seguía vivo, lloraba cada muerto, cada torturado, cada gota de sangre de algún compañero caído. Cuando el padre llegaba como prófugo a su casa estaba cada vez más cansado , ella lo quería solo para si, tenerlo, abrazarlo, sabia que siempre podía tratarse de la ultima vez. 
El sonreía poco y aveces prefería estar solo, resistir a la muerte y escabullirse de ella le estaba pasando la cuenta.
Así, Amalia y Pedro vivían su infancia. Se acostumbraron a inventar historias perfectas sobre el trabajo del papá, lo hacían preparándose por si alguna vez del auto gris que se estacionaba fuera de su casa bajaba alguien a preguntar por el, ella con nueve años, el con diez ,sentían que debían cuidar a sus padres. Esta fue su normalidad. No se quejaban de ella, no conocían otra. Paso el tiempo y con el crecieron las distancias, los dolores, las soledades. Amalia y Pedro perdieron a sus padres, no porque hubieran muerto, o si de alguna forma murieron. A la madre la destrozó el dolor y al padre se lo llevo la distancia. Pero para los niños fue normal, era la única enfermiza normalidad que conocían. Estaban creciendo en dictadura.


Aidana - Infancia parte uno

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