EL ENCUENTRO



       
 Nunca es tarde se dijo dándose ánimo para no postergar ese encuentro con su padre. Mientras avanzaba por el andén de la estación de metro estaba algo nervioso, sentía cosquilleo en el estómago, ese típico cosquilleo que su cuerpo dejaba sólo para ocasiones especiales, desafíos, exámenes... Subió al vagón justo cuando el pitido anunciaba el cierre de puertas. Encontró un asiento al lado de una señora muy gorda que intentó achicar su extensa anatomía para dejarle espacio. En cualquier otra circunstancia esto no le hubiera molestado, pero este día era distinto, sentía tanta presión sobre sí, todo le molestaba. 
Su hipersensibilidad no era algo habitual, pero este día era distinto. Hacía mucho que no tenía noticias de la familia que lo vio crecer, familia que para él hacía mucho no sentía suya. No hubo nada traumático en su infancia o adolescencia, no lo perseguían fantasmas, sólo un día cualquiera, sin dramáticas despedidas, después de terminar sus estudios partió a la vida. Ahora muchos años después de golpe recibió noticias que no busco de su padre quien quería verlo. También se enteró con más sorpresa que tristeza que su madre ya no estaba viva --con los años y las ausencias los cariños se desdibujan y puede que hasta desaparezcan -- alguna vez le oyó decir a ella , casi nunca le encontró razón en algo, está vez fue diferente.

Pero que quería su padre? Acaso quería verlo para reprochar su larga ausencia? Completamente absorbido en sus pensamientos casi se pasa de la estación en la que debía bajar, esto lo exaspero aún más. 

Una vez allí esperó a su padre, se suponía que allí se juntarían. Para aprovechar el tiempo se dispuso a leer un libro qué recibió como regalo de Navidad de su madre, el que siempre dejaba pendiente porque en realidad nunca le interesó mucho el gusto literario de ella. Continuó pasando el tiempo, inquieto y molesto miro su reloj, su padre no apareció. Sintió mucha rabia, había perdido su tiempo. Regresó a su casa enojado pero a la vez satisfecho, nadie podría reprocharle no haber estado dispuesto al encuentro. Curiosamente en el trayecto leyó interesado el libro de su madre y sintió su ausencia con dolor. Abandono por un momento su fría racionalidad y sufrió... No se permitía sentimentalismos, le tenía mucho miedo al dolor. Llegó a su casa muy cansado. Molesto y perturbado, fue directamente a su escritorio, busco la carta en la que su padre le pedía juntarse. La leyó pensando que tal vez se había equivocado de estación, de día, mes... No, estaba bien el lugar, el día y la hora, el problema había sido del servicio de correos, la carta se extravió, debió llegar a sus manos un par de años antes.





Aidana – cuentos pendientes



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